El ruido ha sido todo un desafío desde que surgió la manufactura moderna. Al principio, ni los sindicatos ni las empresas sabían lo peligroso que era el ruido. La ignorancia condujo a la pérdida de audición para muchos trabajadores industriales. Y entonces quedó claro que era necesario disponer de una mejor comprensión y una solución para el problema.
A principios de la década de 1970, resultó obvio que muchas personas de la industria sufrían pérdida auditiva. En consecuencia, las partes del mercado laboral de Suecia establecieron un grupo encargado de investigar el problema y presentar una propuesta sobre cómo reducir el ruido. El ingeniero acústico Stig Ingemansson fue el encargado de dirigir el proyecto.
1976: el inicio
Con el fin de recabar más información sobre el problema, el grupo del proyecto empezó a realizar estudios de campo y mediciones en la industria sueca. Resultó obvio que casi todas las industrias tenían problemas de ruido, es decir, niveles de sonido superiores a 85 dB(A). El soplado con aire comprimido fue uno de los procesos que más ruido generaba. Se observó que muchas de las empresas utilizaban tubos de cobre normales, también conocidos como tubos abiertos, para limpiar, secar, enfriar, transportar y clasificar con aire comprimido. O usaban pistolas de soplado basadas en el mismo principio: un tubo abierto. Tras analizar otros mercados en Europa y Estados Unidos, también se descubrió que los mercados utilizaban el mismo método. El problema de soplar aire comprimido a través de tubos abiertos es el aumento de las turbulencias de aire creadas en cuanto el aire sale del tubo.
Esto desemboca en unos niveles de sonido muy altos y perjudiciales. El equipo del proyecto entendió que necesitaban desarrollar una nueva solución si querían reducir los niveles de sonido y la pérdida auditiva.